jueves, 28 de enero de 2010

Séptima estrella...

Siete años atrás
Cuaderno de notas (en el refugio en las montañas)

El viaje que prosiguió a tal episodio no lo recuerdo ya que caí en un confuso sueño donde me sentía observado por los innumerables ojos que eran las estrellas del cielo nocturno en medio de un paraje sin horizontes y, aparentemente, sin tiempo.
Al despertar una sensación abrumadora de asco se apoderó de mi, a tal grado que no repare en mi alrededor hasta que hube abierto los ojos unos minutos después.
Me encontraba en una casa vieja y derruida. Parecía que los estragos del abandono habían comenzado a hacer presa de sus paredes y pisos de madera, otrora lustrosos. El bosque que se podía observar a través de las ventanas sin vidrios era de árboles muy altos que dejaban pasar sólo algunos rayos pálidos y grises del sol del amanecer.
Tardé en darme cuenta que hacía un frío terrible.
Espadas se encontraba sentado en uno de los raídos muebles de la sala que se abría frente a mí donde también parecían esperar los dos hombres que acompañaban a la mujer. Pero a ella no la veía por ningún lado.
Uno de los hombres, el más corpulento y de corte de cabello militar, masculló algo para sí cuando me acerqué a donde se encontraban.
-¿Cuánto tiempo estaremos seguros aquí?- prorrumpió Espadas súbitamente.
-Ni idea. No más de una semana- le contestó el otro, más delgado, de cabello castaño obscuro y rasgos afilados como de mantis.
-¿Qué haremos hasta entonces?- preguntó el primero con voz tan grave que creí sentir como la casa entera vibraba -No dejarán de buscarnos. En cuanto crucemos los límites del bosque...-no terminó la oración. En todo caso se limitó a mirar por uno de los huecos de la ventana.
-¿Y qué te hace pensar que aquí estamos completamente a salvo?- atacó Espadas con su tono fuerte y agresivo que ya comenzaba a hacérseme habitual.
-¡Nada! ¡Ese es el problema! Podríamos sentarnos aquí para que en cualquier momento nos cayeran en hordas por sorpresa.
-Tú- súbitamente todos volteamos hacia la puerta que comunicaba la sala con el bosque que parecía interminable- Ven acá- me indicó la mujer con un ademán severo.
La seguí mecánicamente hacia el bosque donde pude comprobar que el aire que llenaba la casa no era para nada el mismo que se podía respirar en el exterior. Llené mis pulmones con aire frío y cargado de un olor similar al del pino. Esto me reanimó un poco y calmó del todo las vueltas que seguía dando mi estómago cada tanto.
La seguí hacia un par de troncos cortados a espaldas de la casa. No pude concentrarme en otro aspecto de ella mas que en su cabello rojo. Simplemente rojo. Increíblemente rojo. Rojo.
Tomó asiento en uno de los troncos y me indicó que la imitara.
El viento soplaba parsimoniosamente y arrancaba de las ramas y las hojas de los árboles una sinfonía gastada y melancólica de crujidos, silbidos y aullidos. Era como si el aire circundante estuviera plagado de criaturas invisibles. Por alguna razón esto ya no me sonó tan descabellado como lo hubiera hecho hace unos días.
-Ni siquiera a estas alturas te daré demasiados detalles. Eso te lo tendrás que ganar- No dejaba de mirar en derredor con sus ojos súbitamente azules. -Por lo pronto debes saber que con nosotros estás más seguro que en casi cualquier otro lugar. Pero igualmente esa protección y seguridad te los tienes que ganar.
-¿Y cómo se supone que me los gane?
-Todos tenemos alguna habilidad, algo en lo que somos los únicos o los mejores. Ya encontraremos para qué eres útil. Espadas está convencido que eres una pieza clave en este juego- Y dicho esto soltó una risotada que hizo volar a algunos pájaros que estaban apostados en las ramas de los árboles cercanos. Después, sin más, se puso en pie. Me dio la espalda un momento mirándome de soslayo para finalmente entrar en la casa dejándome detrás con una única imagen en la mente: su cabello rojo.

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