martes, 28 de febrero de 2012

Encontronazo parte I

Para mí hay no una pequeña entrada en la selecta parcela de Dios.
Debe ser más bien un oscuro túnel alumbrado por las luces del Adversario, el camino más corto para alcanzar los bienes de arriba. En todo se empieza desde abajo.
Como decían los claroscuristas: La luz se manifiesta a través de las sombras. Sin Dios no existe el Diablo. Y sin el Diablo no existe Dios. Algo como la propuesta de Saramago, maestro: Entre más grande es Dios también es más grande el Diablo.
Dios debe ser esa mezlca de sediento de sangre saramaguense y el Dios ojaldra y de humor negro de Montt. Seguro que es más temible que el Diablo. Las artimañas del Caído son de todos conocidas. Dios es dolorosamente impredecible, al grado de que a veces ni él sabe lo que hace o la razón para ello.
Somos como las hormigas del Niño Dios, viviendo tras un vidrio que en realidad poco puede protegernos de sus súbitas ganas de pisar, quemar, ahogar algunos cientos de hormigas de cuando en cuando.
Tampoco es esto una oda al Diablo. ya que su peor error es haber querido parecerse al recién descrito Dios. ¡Imaginemos semejante cosa! Por eso Dios lo mando al otro lado,  porque dos agentes igual de terribles del mismo lado desequilibra todo sentido y razón de ser del universo.
Así ahora, como dos pajarracos de rapiña posados sobre los platillos de una imaginaria balanza, contrarresta uno los excesos del otro, mientras éste recompone lo descompuesto por aquel. Aquí hay que mencionar que no son sólo del Diablo las obras que podamos tildar de negativas, nada de eso.  Bien sabemos que él se limita a tomar lo que Dios no quiso para nuestro divertimento diario, a saber, los placeres de la carne, las bajas pasiones, la adicción y el morbo, la embriaguez alegre y el desconcierto estupefacto del que piensa demasiado.

*Suena el  tintineo que indica el fin del primer asalto*

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