jueves, 8 de enero de 2015

De entre ciclos (micro ensayo)

Hay algo que a mi me mueve, aún dentro de mi arraigamiento tenso. La muerte de un año y su renacimiento inmediato. Sí, el cambio de año es un gran símbolo para mí que creo en las cuestiones de la renovación del espíritu, del acrecentamiento mental y del envase cárnico que nos sostiene.
Imagino la trayectoria del planeta Hogar danzándole en elipses al Sol, nombre común de nuestra estrella amarilla y pienso en lo espectacular de encontrarme en el mismo punto del espacio donde estuvimos 365 días atrás. Claro, figurativamente porque la Galaxia rota, nos hala a su centro, además de que esta se desplaza hacia otras galaxias y este movimiento se acrecienta exponencialmente y, bueno, en realidad estamos muuuuuuy lejos del punto exacto donde estuvimos 365 días antes...pero saben de qué hablo. 
Y ese volver a empezar, sí, en un punto arbitrario de la Nada Suprema, me parece magnífico. Es morirse y renacer un poco. Es la lluvia de acordes de violines desde el cielo, trompetas en la tierra, percusiones desde el mar. Porque llegará un día en el que por una de entre millones de razones nuestro vehículo planetario ya no completará nunca más esta vuelta, ya no hablar de la Galaxia que también se dirige a un colapso insalvable, salvo que el tiempo, o mejor El Tiempo se termine antes de que ocurra la Colisión.
Somos escombros de un choque mayor, y como escombros estorbamos, ensuciamos, ahogamos y pronto llegarán a terminar de demolernos, barrernos, y tirarnos por la ventana metidos en una bolsa.
Yo en lo personal no renegaría de encontrarme ahí, vivo, consciente en el momento en el que se apague la Gran Luz. Abrazar la Oscuridad Completa, ser en verdad nada y todo a la vez pero en La Muerte de la Muerte, como diría Saramago. Una muerte mayor que la de los humanos, la de los perros, la Muerte que se llevó a los Dragones y las bestias. La Muerte de las Muertes y todo implota como devorándose a sí mismo.
Y he aquí que giramos como trompos sin dueño ni cordel y sólo una oportunidad de disparo. Ay, que la obviedad de la vida se nos pasa entre los dedos y deja de girar pronto y se nos muere intentando hacerla bailar en nuestra palma.

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